Entrevistamos a Francisco Ruiz Meléndez, de la ganadería Ruiz Meléndez, presidente de la Asociación de Criadores de Ganado Berrendo en Extremadura y uno de los criadores de la Asociación, apasionado y defensor de estas razas autóctonas en peligro de extinción.
Francisco nos abre las puertas de su casa en su finca, cerca del pueblo de Torre de Miguel Sesmero, en la provincia de Badajoz. Pasamos una mañana entera charlando con él sobre su ganadería, las razas berrendas, el campo y su forma de ver la vida. Francisco no disimula su amor y lucha por vivir por y para el campo, nada más llegar, nos da una clase sobre los bueyes mientras nos enseña sus vacas Berrenda en Colorado.
“Los bueyes hay que encampanillarlos de una forma determinada”
Escuchar a Francisco supone una ventana nueva que se abre llena de palabras, oficios y pasión por el medio rural. Palabras, expresiones, gestos… Francisco es un hombre de campo que apuesta por las razas autóctonas y la ganadería extensiva. Con él, al empezar la entrevista, aprendemos sobre los diferentes nombres de los bueyes: Francisco nos cuenta que a los bueyes hay que encampanillarlos de una forma determinada, y que dependiendo del lugar que ocupen, reciben un nombre y unos campanillos diferentes. Punteros, así es como se llama a los que van delante, que se les pone un esquilón, como él nos dice, “son los que cogen las puertas los primeros”. Los bueyes de tropa, llevan los campanillos normales, a diferencia de los de cola, que se le suelen poner más grandes. Los bueyes delanteros reciben el nombre de estriberos, se les llama así porque en teoría estos dos bueyes deben ir a la vera del estribo del caballo, por si el toro se arranca, el buey se convierte en defensa. La parada entera, son muchos bueyes. Antiguamente, en la trashumancia, cuando se llevaba ganado bravo por los cordeles, al aproximarse al pueblo por el que tendrían que pasar, la gente del pueblo por los campanillos de los bueyes ya sabía por donde venía el rebaño. Sus bueyes, están domados de corral, pero no como otro ganadero de la Asociación, Ignacio Pérez, excelente domador de cabestros. Francisco habla muy bien de él y de su buen trabajo como domador, y lamenta que este trabajo y la producción de bueyes esté prácticamente perdida.
¿Por qué la raza Berrenda?
Francisco, ganadero de bravo, lo tiene claro. Es una raza excelente para ganado bravo, una raza fuerte y ligera a la vez. Sin bueyes de esta raza sería muy complicado manejar el ganado bravo, a no ser que se disponga de una finca automatizada. Él apuesta y defiende esta raza y su unión intrínseca con la ganadería extensiva, el extensivo necesita a esta raza, a estos bueyes. Y sin quererlo, nos regala la palabra arropar: Francisco usa este verbo a la acción que realizan los bueyes cuando al echarlos al ganado, dan vueltas alrededor de ellos y los encaminan hacia el jinete y el caballo, gracias a ese arrope, los bueyes te dan la opción de acercarte más. Volviendo a sus animales de Berrendo en Colorado, nos mira y lamenta: “no somos capaces de comercializar esta raza autóctona de calidad y alto valor ambiental en peligro de extinción”. Francisco cree que debe ser fundamental enseñar y poner el foco en los productos de calidad de las Razas Berrendas. “No sólo necesitamos el marketing, que sabemos que es importantísimo, sino que es primordial tener una producción controlada de estos productos de calidad. Por eso creo que, para los ganaderos de Berrendo de Extremadura, es imprescindible contar con un cebadero comunitario para todos los criadores de las razas. Aquí, podríamos concentrar el ganado y programar las salidas, lo que nos facilitaría muchísimo poder comercializar estos productos y tener una buena relación con los restaurantes”. Para Francisco, es muy importante este punto para conseguir una buena rentabilidad de la raza. Piensa que los criadores de Berrendo no necesitan vender a muchos restaurantes, sino tener unos pocos con el producto normalizado de sus ganaderías. “Nos encontramos con las razas Berrendas, que son animales que conservan el medio rural, la biodiversidad, ligadas a la tierra, criadas en extensivo… tenemos todo lo bueno para crear una marca y un producto de primera calidad, pero para poder comercializarlo debemos tener un producto reglado. Es contraproducente para todos abrir un consumo de algo que no sabes si vas a tener suficiente cantidad.”
Francisco cree que para potenciar estas razas hay dos caminos claros: la producción de carne de buey y la genética. Las razas Berrendas son animales que se adaptan a su medio, rústicos, “duros cuando no tienen más remedio”, cómo nos explica él. Animales duros y rústicos, que sin dejar a un lado la conservación, tienen un gran potencial de mejora. Él, para todas sus vacas de berrendo usa inseminación artificial.
Pasamos dentro del cortijo para que Francisco nos enseñe la primera acta de la primera Junta Directiva del Berrendo. Nos habla de cómo eran las ganaderías antiguas de estas razas, como la de José Francisco Montero de Espinosa, que contaba con una ganadería muy grande del berrendo antiguo, en Fuente de León y organizaba capeas que eran muy conocidas. Sus vacas tenían pelitos blancos en la cara, y era una característica de todo su rebaño. Por ejemplo, este detalle, durante un tiempo descalificaba. Para Francisco, la vaca extremeña y la vaca de la sierra de Córdoba eran vacas grandes y muy mansas. Afirma que es fundamental que se trabaje en una misma dirección en el patrón racial de las razas, y se sonríe porque hay algunos ganaderos que no quieren bueyes de las razas berrendas “porque hace a los toros muy chicos a la vista.”
Francisco está muy contento con el trabajo que se hace en la Asociación del Berrendo de Extremadura, y reivindica y visibiliza el trabajo que hacen ganaderos como Ángel y Lourdes por las razas berrendas. También reconoce el papel y el trabajo de la Junta de Extremadura con la Asociación y las razas: sin este apoyo no sería posible hacer testaje, filiaciones, actividades de promoción y difusión…
Pero, ante todo, Francisco es garrochista, y nos habla con pasión del acoso y derribo, una faena de campo que se hacía antiguamente en las marismas. Actualmente, se realiza como prueba para los toros bravos, animales que no pueden ver hasta el momento de la corrida ni muleta ni capote. Este ejercicio les sirve a los ganaderos, añadido al trabajo de selección y genética, como elemento de juicio para saber cómo van a ser los toros de sus ganaderías. El acoso y derribo se hace con el tentadero de machos a campo abierto. Consiste en derribar al semental, ver cómo se levanta, mientras el caballo va a picar y el animal se arranca. Es aquí dónde se ven una serie de características del animal, ya que lo sacas así de su ambiente al “acosarlo”. Para la prueba se usa un corredero, una porción de terreno que puede ser de un kilómetro de largo por 200-300 metros de ancho. Los toros se encuentran normalmente en un extremo, comiendo y bebiendo, tranquilos, y en el otro extremo, se dispone de un corral pequeño donde metes los caballos. Al soltar los animales, por querencia, van a querer ir a los comederos. Es muy importante ver aquí la querencia, cuando van los caballos, uno a derribar y otro a picar. El toro bravo se arranca a contra querencia, el manso pasa de lo que está pasando, se va. En ANABE se prueba a los becerros de las razas berrendas acosándolos, para ver qué reacción tienen, en estas razas se convierte el acoso y derribo en una prueba de docilidad, por lo que desde la Asociación se organiza una exhibición. Francisco aclara: “la docilidad no va con la rusticidad de la vaca berrenda, si tiene buen carácter mejor, pero las berrendas no son como las vacas lecheras.” Él no termina de ver la selección de este parámetro, porque como él dice, es muy de campo, de la tradición, de lo que él ve y siente. “Claro que, si la vaca es mansa mejor, pero no debería ser algo que prime en la calificación del animal”. Él quiere que no se pierda este carácter, pero que no se considere primordial.
Pero no solo hacen exhibición de acoso y derribo. Desde la Asociación, el día que la realizan, se prepara una degustación de carne de las razas Berrenda en Negro y Berrendo en Colorado, que se encuentran amparadas bajo el logotipo 100% Raza Autóctona del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Se convierte en el día del Berrendo en Extremadura, porque con estas actividades en el campo, se promociona y se da a conocer las razas. Para Francisco es un día maravilloso, ya que de este modo es cómo mejor se ven las razas autóctonas, en extensivo, en su hábitat. Él cree que en las ferias estas razas no lucen tanto, y que la mejor manera de presentar a las razas berrendas es en el campo. Además, se suele realizar también durante estas jornadas una exposición de enganches de carretas, así la gente puede ver cómo se engancha un buey. En otras ocasiones se ha presentado también en estas jornadas una parada de bueyes, con los animales domados de Ignacio Pérez.
“Todos los animales de las razas autóctonas en extensivo tienen nombre”
Francisco ve fundamental que se fomenten las razas berrendas, ya que, al ser animales criados en extensivo, cuentan con un factor diferenciador tanto en su carne como en su vida. Es necesario para ello, tener un producto diferenciado. Un producto que conserva biodiversidad y medio rural, y que dice mucho de la vida que han tenido estos animales. Un vínculo claro entre territorio, animal y persona. Francisco lo resume con dos frases certeras: “Todos los animales de las razas autóctonas en extensivo tienen nombre. Una vaca berrenda no ha nacido para estar atada”.
Francisco no ha estado siempre dedicado al campo. Economista y tras una carrera profesional en El Corte Inglés, “cambié el corte por el cortijo”. Nacido en la Albuera, ha sido un enamorado del campo desde pequeño, su afición, como él nos cuenta, estaba ahí. “Para mí el campo es verdad, me gustan muchos los principios y los valores de la gente del campo. La capital es como algo inventado, las ciudades están más deshumanizadas, en un pueblo formas parte de la comunidad, significas algo. La cultura del hombre del campo siempre me ha fascinado porque hay verdad y respeto.”
Con cerca de cuarenta años ligado a las berrendas, Francisco habla de lo que ha supuesto la crisis del covid-19 para el campo. Ha sido esclarecedor para muchos ver como el campo siempre sigue adelante, y ha sido el que ha hecho posible que no se parara nada. Le da pena, como en las ciudades, muchos de sus habitantes no se paran a pensar de qué forma nos relacionamos, comemos, nos movemos… Nos encontramos con un campo que trabaja y que abastece a las ciudades pero que no se reconoce como debería. Por eso, Francisco insiste: “la gente del campo tenemos que poner nuestro factor diferenciador de nuestros productos. Sería genial que la gente supiera y conociera de primera mano la calidad de los productos que tenemos en nuestros pueblos.” Por eso, iniciativas como el logotipo 100% raza autóctona le parece buena para dar a conocer la raza y darle valor. Para Francisco, la carne de las berrendas no es un producto cualquiera, hay que tratarla como producto gourmet, con todas las características de estas razas puestas en valor, como la trashumancia, actividad que Francisco no hace pero que le encanta y defiende con pasión. “Mi abuelo era mayoral de ovejas, hacía trashumancia de los montes de León a las Vegas del Guadiana con 20.000 cabezas de ganado.” Recuerda también de pequeño, una peculiar trasterminancia, cómo llevaban los animales a la feria de Zafra desde San Román, “500 cochinos, tardaban dos días en llegar.”
Su primer vínculo con las razas berrendas comenzó con seis bueyes que adquirió para el ganado bravo. A partir de ahí, empieza la afición y el vínculo, hasta convertirse en el Presidente de la Asociación Extremeña del Berrendo. Le encantaría ver a las razas Berrendas fuera de peligro de extinción, como razas de fomento. Para ello, “debemos trabajar en común todos con objetivos muy claros”.
Para Francisco, en tiempos de despoblación y pandemia, es fundamental acercar a los niños al campo. “Algo queda, si hablas con ellos y les enseñas la importancia de nuestra cultura, oficios, de nuestros paisajes… Besana, sementero, hatero, vaquero, mayoral, nuestras razas autóctonas…” Nos cuenta que su padre aprendió a leer y a escribir guardando guarros. Le preguntamos por el relevo generacional, y nos responde que no sabe si sus hijos seguirán, que lo que él más valora en la vida es ser libre, y es lo mismo que quiere para sus hijos: “me gustaría que hubiera relevo generacional siempre y cuando a ellos seguir con esta vida y este trabajo les hiciera felices. Yo soy feliz con lo que tengo, esta es mi ilusión desde niño. Pero tenemos que cambiar el chip, no podemos llevar el campo como antes, debemos adaptarnos, innovar y modernizar con los conocimientos de nuestros mayores. Tenemos que redignificar la vida del campo, a sus habitantes y darlos a conocer.
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